terça-feira, março 14, 2006

Em Terras de Cervantes

La vía para salvar al sefardí no reside en la organización de eventos en los que, de manera perfectamente inútil, mostremos nuestro arrepentimiento por la expulsión de los judíos españoles del territorio peninsular hace cinco siglos: la lectura histórica del suceso queda para los historiadores. A los filólogos nos atañe la responsabilidad del estudio y edición de una ingente cantidad de textos que esperan ver la luz: la caracterización del judeoespañol que nos legaron los dialectólogos es casi exclusivamente de la lengua oral, lo que significa que sus afirmaciones solo reflejan la lengua vigente en el momento de su recopilación. Para conocer las etapas anteriores de la lengua sefardí solo nos podemos servir de los textos escritos; por esto es primordial la tarea de editarlos y estudiarlos para poder dar respuesta a cuestiones que todavía solo se conocen de manera deficiente o incompleta.
La necesidad de acercar el judeoespañol a un público de cuatrocientos millones de hispanohablantes sin provocar extrañeza ni rechazo hace aconsejable la tendencia de escribirlo con un sistema próximo a la norma hispánica. Los apartamientos de la ortografía española que no provocan desconcierto son aquellos que alguna vez han formado parte de la ortografía española histórica, que es pensable que así hubiera llegado a ser la ortografía del sefardí, si las circunstancias históricas no hubieran hecho perder a sus usuarios la familiaridad con la apariencia escrita del español general que tuvieron antes de haber quedado ajenos por siglos a la comunidad hispanófona.Si aceptamos, y no puede ser de otro modo, que el judeoespañol tiene un complejo y rico pasado, no podemos dejar de reconocer que tiene también un importante y atrayente futuro: (re)construir, a través de la recopilación de todos sus testimonios —los que los hablantes aún vivos nos pueden proporcionar de su situación actual y los que los textos guardan entre sus aljamiadas páginas— la biografía de una lengua que se engendró en Sefarad . (ver página 9 )